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No busques la felicidad, ponla en práctica

Deja de buscar la felicidad y ponla en práctica.

Los seres humanos somos criaturas de mente inquieta, son múltiples las investigaciones que indican que la zona del cerebro que marca la diferencia con otras especies, que se mueven por el mundo con comportamientos mucho más básicos para sobrevivir, es el córtex prefrontal, parte clave en los procesos cognitivos y emocionales.

Es tal la cantidad de frenética actividad y conexiones que se producen en dicha zona del cerebro, por la que pasan más de 60.000 pensamientos al día, que considero primordial la conveniencia de aprender, practicar y seguir unas pautas para que estos no se hagan los “amos” de nuestra existencia, convirtiendo el tiempo que pasamos en el planeta tierra en algo muy complejo y agotador.

Si, además, estudios científicos afirman que la mayoría de ese enorme torrente de pensamientos son de índole negativo, la necesidad de poner en marcha unas estrategias que aporten satisfacción y plenitud a nuestra vida es algo fundamental.

Abundando en el origen de la tendencia de los seres humanos hacia la facilidad de generar muchos más pensamientos negativos que positivos y para que esa rotunda afirmación no sea cuestionada por falta de fundamento, voy a extenderme un poco más sobre ello.

¿Por qué tenemos más pensamientos más negativos que positivos?

Partiendo de la base de que la genética trabaja al servicio de la supervivencia del ser humano y que nuestros ancestros en sus orígenes, rodeados de un hábitat plagado de peligros, amenazas y situaciones impredecibles, vivieran en “modo alerta”, siempre atentos y recelosos a que un inhóspito entorno acabara con sus vidas o con las de su clan, es lógico que en la población de nuestro planeta predominara el pensamiento desconfiado y temeroso, como un recurso indispensable para sobrevivir.

Pero han pasado millones de años desde entonces y que nuestra mente siga estando en unos niveles tan elevados de atención hacia el ataque o la huida, es algo que tiene poco sentido.

Está en nuestras manos, y lo que voy a decir a continuación lo avala la epigenética, que nuestros hábitos produzcan a consecuencia de la enorme plasticidad de nuestro cerebro, cambios neuronales que modifiquen ese estrés que producen los pensamientos negativos y que hace que nuestro día a día sea muy complicado.

Estamos en la era de la transformación tecnológica, que nos facilita acelerar el acceso a datos y nos ayuda a tomar decisiones con rapidez.

Estamos en la era de la robótica que propicia que las tareas mecánicas sean realizadas cada vez en mayor número por maquinas automatizadas y precisas.

Estamos en la era del conectoma, donde la ciencia trabaja construyendo la cartografía y estudiando el funcionamiento de nuestras neuronas y de sus procesos de conexión.

Rumbo hacia una sociedad que piense en positivo

Dejemos trabajar a técnicos y científicos en sus oficinas, fábricas y laboratorios y seamos nosotros mientras tanto, la gente de a pie, la que tomemos la iniciativa abanderando el cambio de «rumbo hacia una sociedad que piense en positivo”.

Al fin y a la postre, todas las iniciativas, investigaciones y futuros descubrimientos, si se trabaja bajo estándares éticos, van enfocados hacía la mejora de la calidad de vida de la humanidad, de su salud y de su felicidad, empecemos pues a practicarla paralelamente a los dictámenes de la ciencia, hagamos que el tiempo deje de parecer tan lento a la hora de conseguir mejoras en las relaciones y convivencias entre los seres humanos.

Hagamos que el tiempo corra a nuestro favor, trabajando por la igualdad, la inclusión de la diversidad, la transparencia, el equilibrio entre temperamentos, la erradicación de todo tipo de discriminaciones, la puesta en práctica de la escucha activa y el diálogo respetuoso, el impulso de la colaboración y el trabajo en equipo, en resumen, fabriquemos felicidad en nuestra empresa.

Claro que no es posible producir y ensamblar mediante una cadena de montaje, esas piezas intangibles llamadas bienestar, prosperidad, perseverancia, fortuna, alegría, flexibilidad, satisfacción, motivación, entusiasmo, equilibrio, predisposición, escucha, apoyo, ética, empatía y compromiso.

La felicidad se fabrica con la colaboración de los demás

La felicidad se fabrica con la colaboración de los demás, pero partiendo de una materia prima única y diferente que se encuentra en cada persona y si esta no trabaja en convertirla en maleable, hará que se dirija a esas zonas de conflicto que suelen ser consecuencia de malos hábitos, convertidos muchas veces en crónicos por la falta de medidas que los prevengan o en su caso ayuden a modificarlos.

Por lo tanto y para finalizar, es primordial que la sociedad se de cuenta de lo nocivo para la salud física y mental que es vivir atrapados en el desánimo, la resignación, el complejo de inferioridad o la prepotencia y la falta de iniciativas para hacer frente a etapas de incertidumbre, de cambios sociales y de dificultad.

Mente abierta, creatividad, motivación y continuo aprendizaje.

Es necesario tener la mente abierta a la iniciativa, la creatividad, la innovación y el continuo aprendizaje, siempre bajo estándares éticos que promuevan la igualdad, el respeto y la ausencia de discriminación por género, raza, orientación sexual o temperamento.

Pongamos en práctica los hábitos de reflexionar, enseñar, estudiar, trabajar y relacionarse con los demás, en positivo, y con grandes dosis de buen humor para lograrlo.

“Piensa en positivo, porque la clave para seguir adelante es que tus ilusiones siempre superen en fuerza y número a tus fantasmas”.

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