Temperamento y rendimiento laboral

Tengamos en cuenta el temperamento a la hora de valorar el rendimiento laboral.

Durante los procesos de selección de personal en las organizaciones empresariales, se focaliza en constatar si los candidatos están bien formados técnicamente y tienen la suficiente experiencia para llevar a cabo los desempeños que se precisan para el puesto.

Las empresas buscan candidatos bien formados y con experiencia.

La decisión final para decidirse por una u otra persona también pasa, en la mayoría de las ocasiones, por entrevistas e interacciones más o menos exhaustivas según las tareas a realizar, encaminadas a comprobar la forma que tiene, quien opta al puesto, de desenvolverse a la hora de comunicar, evaluando aspectos como las capacidades verbales y el don de gentes.

Los futuros procesos de adaptación e interacción con los diversos temperamentos que forman la plantilla, no se tiene apenas en cuenta a la hora de la contratación. Sin embargo, la buena sintonía con las personas del departamento al que nos incorporemos, así como el aprender a integrarnos fácilmente  a equipos de trabajo, serán factores clave en nuestro rendimiento e incluso incidirán directamente en temas tan importantes para la empresa como los índices de absentismo laboral y de rotación de personal.

Se contrata en base a unas conclusiones a corto plazo, que no siempre aciertan, por un lado, porque para estas entrevistas podemos aprender técnicas especificas que nos hagan salir airosos en estos “exámenes comportamentales”. Por otro, rompiendo una lanza a favor de las personas encargadas de realizar la selección, hay aspectos en los que solo se podrá comprobar la evolución a plazo medio, en base a la adecuada integración a un entorno en el que cada empresa tiene su idiosincrasia.

Siempre hay una “zona de incertidumbre” a la hora de decidirse por un determinado candidato en la que el tiempo determinará el porcentaje de acierto de la elección, siendo el día a día de la puesta en práctica de nuestras habilidades de la manera en que se espera que las llevemos a cabo, lo que nos acercará o alejará de lo que “vendimos” durante el proceso de selección.

Con nuestro primer día de trabajo comienza el verdadero examen que validará el acierto o no, de haber sido los elegidos para el puesto.

El acierto de ser el candidato idóneo.

En el momento que nos incorporamos a la empresa y comenzamos a relacionarnos con las demás personas que trabajan en ella, es cuando se irá forjando el grado de compromiso, motivación y rendimiento que aportaremos realmente a la organización.

En esto de las particularidades y diversidad emocional de los seres humanos, hemos de remontarnos a casi 500 años antes de nuestra era, fue el médico griego Hipócrates, considerado por muchos como “el padre de la medicina”, quien se refirió a las características comportamentales de las personas, dividiéndolas en cuatro temperamentos:

El colérico, el flemático, el sanguíneo y el melancólico, una clasificación que, hoy en día, sigue muy vigente a la hora de encontrar respuestas y recursos para que, en la vida, consigamos relacionarnos con nosotros mismos y con los demás, de una forma saludable y feliz.

Traduciendo estos términos a la actualidad, digamos que, en su esencia primaria, más allá de que luego se vean influidas por el entorno, educación y demás factores que interaccionaran con ellas, las personas se pueden considerar como enérgicas, racionales, sociables y sensibles.

Cada ser humano suele tener un par de temperamentos predominantes que son por los que se rige en su entorno tanto personal como laboral. Las organizaciones han de tener eso muy en cuenta si quieren que su gente de lo mejor de sí misma.

Es muy importante que identifiquemos nuestro propio temperamento, nos fijemos en sus fortalezas, todos las tienen, reflexionemos sobre sus peculiaridades y lo más difícil pero imprescindible si no queremos que nuestra experiencia laboral se convierta en un camino de malentendidos y crispaciones, tenemos que aprender a detectar lo que es susceptible de mejora.

La buena noticia es que el cerebro tiene una enorme plasticidad y que, con voluntad y tesón, podemos mejorar notablemente en áreas que no son a priori nuestro fuerte.

Los mejores equipos de trabajo son los que están compuestos por personas con mayor variedad de personalidad y temperamentos.

Los mejores equipos de trabajo son los que están compuestos por personas con mayor variedad de temperamentos y es clave que estos se tengan en cuenta a la hora de asignar las tareas a realizar, para que en una acción determinada se empodere al temperamento adecuado y se le de la posibilidad de liderar el proyecto.

Por supuesto, hay situaciones en las que hemos de dejar en un segundo plano nuestro temperamento y por el éxito de la misión a realizar, desempeñar roles en los que no nos desenvolvemos con naturalidad y soltura, ahí podremos comprobar nuestra verdadera capacidad de adaptación y compromiso con la empresa, recordemos el famoso dicho “la práctica hace maestros”.

Aunque no debemos perder de vista nuestro genuino talento, puesto que hasta las personas más brillantes pierden efectividad por la falta de entrenamiento. La organización lo tiene que tener presente y no desperdiciar oportunidades, motivando adecuadamente a cada persona, teniendo en cuenta que no todas tienen las mismas características emocionales ni las mismas prioridades para sentirse apoyadas y reconocidas, en resumen, para sentirse bien realizando las tareas asignadas.

Hay herramientas y recursos para lograr que todas las “piezas” encajen en la organización, un objetivo que lleva su planificación y trabajo. Se pueden organizar acciones formativas que facilitan la labor y allanan el camino para conseguir equipos de alto rendimiento, algo con lo que sueñan la mayoría de las empresas y más en estos competitivos tiempos.

Centrémonos pues, en conseguir y lo que es más importante, mantener un ambiente laboral ponderado, motivado, con mente abierta al aprendizaje continuo y al respeto, ya que…

La felicidad asoma cuando descubres tu temperamento, haces las paces con él y comienzas a equilibrarlo con el de los demás.

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